What to read after NELLY CHANNEL?

Era el más lúgubre de los días de noviembre. El único punto luminoso era un zumaque carmesí que desplegaba su magnífico follaje contra el gris aguado del cielo y el fondo brumoso de los campos ocultos por la niebla. Era un día que hacía que las cargas de la vida parecieran más pesadas de lo que realmente eran, y que hacía que el corazón añorara el sol del desaparecido verano.

La escena estaba tan inmóvil como la muerte. No había viento suficiente para levantar los pálidos vapores que se cernían sobre los prados. Ninguna brisa bondadosa se acercaba a las pobres hojas marrones, amontonadas en el borde del camino, y las llevaba a huecos tranquilos donde pudieran tener un entierro decente. Mejor la lluvia y la tempestad que una calma tan lúgubre como ésta; y mejor el rugido y el traqueteo del tren que el pesado trote de los caballos del transportista y el estruendo de su vagón.

"Nunca volverá a ser el mismo hogar", se dijo Rhoda Farren, cuando la vieja casa gris estuvo a la vista. Allí estaba el muro bajo y cubierto de musgo, construido con pedernales; allí estaban los espléndidos zumaques, iluminando el desolado jardín. Rhoda y su prima Helen se habían perseguido mutuamente por aquellos caminos de hierba cuando eran niñas. Pero ahora eran mujeres, y habían dejado de lado las cosas infantiles. Rhoda quería a su prima razonablemente bien, pero no lo suficiente como para cederle su propia habitación a ella y a su bebé.

El bebé era el principal agravio. Rhoda tenía muy poca relación con los niños; y como era estudiosa, no quería mejorar su conocimiento de ellos. Al leer sus libros favoritos, siempre se saltaba las partes que relataban sus dichos y hechos. Por lo tanto, no fue una pequeña cruz encontrar a un bebé de dos meses introducido en el círculo familiar. Porque allí había esperado reinar de forma suprema.